miércoles, 24 de septiembre de 2014

Colibrí no pela bien la papaya

Fosforito Remolacha, esa del pelo rojo naranja café amarillo descuidado largo y los ojos de pasto brillando de miel a medio día y el ombligo lleno de canciones y los pies cansados y sucios, entró a su cuarto desesperada después de comer y no haberse lavado los dientes. No se los lavó, no porque no quisiera, no. Remolacha disfruta inmensamente el momento de lavarse los dientes porque se puede encerrar y mirar por largos minutos en el espejo cómo la espuma se riega por los bordes de su boca y ensucia el mármol y se pone a pensar qué se sentiría ser palmera o espejo, o sólo espuma en la boca de cualquiera y ver qué porquerías hay ahí. Ese día no se los lavó porque Mani Regueros, su hermano, estaba en el baño hace un rato con la puerta cerrada con llave como siempre, y si alguien le golpea para que abra se emputa y más se demora. Entonces Remolacha prefiere que la boca le huela a cebolla.

Mientras tanto, Mani Regueros puede estar haciendo un sinfín de cosas inútiles que no permiten a Fosforito lavarse los dientes y la obligan a oler a cebolla. Debe ser de esos que mientras cagan leen todos los tarros de jabón o champú que hay en la ducha. O debe estar prendiendo y apagando miles de fósforos mientras vuelve mierda la vela amarilla que compró su mamá. Puede estar llenando de papeles sucios el piso porque le da mamera abrir la caneca.También puede ser que ya cagó y tapó el baño y está tratando de destaparlo con alguna pertenencia de su hermana, aunque él no se toma la molestia de destaparlo, que lo haga otro. Probablemente se esté trasquilando la cabeza para que luego los sifones estén tapados con su pelo negro. O se está midiendo el vergo, o componiendo canciones sucias en el vapor de la ducha, o está afeitandose sus escasos pelos, o dañando la pequeña mata que hay en el mueble, siempre se encuentra quemada.

Pero lo que Fosforito Remolacha más espera que Mani esté haciendo dentro del baño para que ella tenga que dejar sus dientes con olor a cebolla por no poderselos lavar es cortándose una arteria.


En fin. Con la boca sucia y el desespero de no poder romper algo contra el piso enredado en sus manos, Fosforito aplastó el culo en el piso para leer un poco de 'Técnicas de masturbación entre Batman y Robin' de Ephraim. No le gusta sentarse en el puff verde a leer, el culo se hunde y las ideas no suben tan rápido. Porque todo pensamiento e idea de cualquier humano proviene de allí. Cuando Fosforito lee sólo piensa en salir a patear canecas mientras se fuma un Lucky. A mí me pasa lo mismo, no puedo evitar no querer irme a ese mundo oscuro que Medina escribe para mí lleno de calles sucias, whisky, gatos, vodka, labiales, bares, todo me importa un culo, gatos, gatos y arrastrar a Remolacha conmigo. Fosforito se despega un segundo del libro y entre un susurro y una risita me dice: "Mira esto Fernando, ¿No te dan ganas de volar y mandar todo a la mierda?, luego habrá tiempo para despertarnos y vivir unos años, por qué no morimos un rato y vamos allá?" Y luego me da un beso y sigue leyendo.

Lavadoras suicidas y penes negros con crema de maní, me desarmo.

Mientras tomamos Milo ella bosteza y me dice: "No entiendo y espero nunca llegar a entender, a los seres que habitan mi cabeza. Todo ser humano, exceptuando claro a políticos, trabajadores de la iglesia y cobradores de parqueadero, los tiene. Son pequeñas físicas réplicas de la persona cuya cabeza habitan, pero cada una tiene una personalidad diferente. La gente dice que cuando uno tiene depresión, rabia, delirios de personalidad y todas esas cosas, son el entorno, la gente, el clima, el cerebro, las personas, el ruido y demás los culpables. Pura mierda. Cuando algo así nos pasa es porque esos pequeños seres, llamémolos ahora colibrís, están viviendo un día normal y pasa algo como que a colibrí 1 no le gusta como colibrí 2 pela y corta la papaya porque no le da un aspecto bonito, o porque a colibrí 6 le molesta que colibrí 3 se coma las uñas de colibrí 46, o porque a colibrí 7 le empute que colibrí 0 termine antes que él. Estas cosas alteran su entorno y se refleja en la persona de afuera. Sé que todos tienen problemas de vez en cuando, pero marica Fernando esque los míos tienen serios problemas, están enfermos y no dejan de gritarme cosas. Hoy cuando bajaste a la cocina a hacer el Milo ya estaba en la última página del libro, me faltaban menos de dos párrafos para acabar y en mitad de frase, así sin esperar a un punto, cerré el libro, busqué desesperadamente un cuaderno y empecé a escribir sobre tí."

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