miércoles, 24 de septiembre de 2014

ALERGIA!

Casi nunca me amarro los cordones de los zapatos, pero cuando lo hago, se ven hasta bonitos y los logro desatar sólo a uñadas partidas, si los logro desatar. He dormido con los zapatos puestos un par de veces, y cuando esto sucede es porque mis uñas están recién cortadas y las tijeras están en un fiestón detrás de la nevera, que anda bien caliente. Nada en lo que la pereza no esté metida. Sólo pereza.  Muy muy pocas y contadas veces la razón por la que duermo con zapatos bien atados es que hay un algo en mi pecueca que me dice que tranquila, que dormir con estos zapatos no será malo. En éstas pocas contadas ocasiones no me aprietan, no incomodan, sólo me completan. Hasta me he llegado a encariñar con un par por un tiempo, pero luego ya ya ya que se acabó la güevonada y desato ese nudote con esfuerzo, garra y diente. Los cordones los guardo en la cordonería de cordones y quedan listicos para volverlos a usar en algún otro momento. Pero cuando están salados la tijera llena de guayabos sale de su guachafita y trás!; los pedacitos de cordón de colores se los doy a mi gato, ¿Te acuerdas de él? Ése que se llama Perro. Mi gato Perro los agarra y los lleva a jugar un rato por la casa, luego se los lleva a hilachitas a Papitas, la gata morada de mi vecino que los lleva a un país desconocido y no los vuelvo a ver. Es divertido ver a Papitas jugando con ellos hasta desaparecerlos, creo que es por eso que nunca los extraño después de que pasen por sus garras. 

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